De la hidratación de la piel depende su flexibilidad y resistencia; por ello, se trata de uno de los aspectos que más hemos de cuidar si queremos mantenerla en perfecto estado de salud y belleza.
Sin embargo, no es sencillo conseguirlo, ya que diariamente estamos sometidos a agresiones externas que actúan negativamente sobre nuestro nivel de hidratación cutánea:
-El sol, la calefacción o el aire acondicionado, contribuyen a la evaporación del agua y secan nuestra piel.
-Algunos detergentes alteran la superficie córnea y eliminan la protección natural de la epidermis.
-El paso del tiempo también es causante del deterioro de la capa córnea, disminuyendo así su capacidad para retener el agua.
Como resultado de la pérdida de hidratación ocasionada por estos agentes, la piel se descama, se atiranta y se agrieta.
Para mantenerla correctamente hidratada debemos cuidarla diariamente, y hacerlo tanto por fuera como por dentro, ya que ambas actuaciones son igualmente necesarias e importantes.
Veamos, en primer lugar, algunos consejos para mejorar la hidratación de nuestra piel por vía externa.
-La piel se hidrata mejor cuando está libre de impurezas; por ello, siempre debemos comenzar nuestra rutina de belleza con una limpieza suave.
-A continuación nos aplicaremos una crema hidratante adecuada a nuestro tipo de piel. Los mejores momentos para hacerlo son por la mañana y por la noche.
-Los baños termales y las saunas también nos ayudarán a mejorar el nivel de hidratación de nuestra piel.
La hidratación de la piel por vía interna pretende mantener su nivel óptimo en nuestro organismo. Veamos qué podemos hacer para conseguirlo.
-Conviene beber al menos ocho vasos de agua al día.
-Nuestra alimentación debe ser rica en sales minerales y vitaminas; por ello, es aconsejable consumir habitualmente frutas y verduras frescas.
-Los ácidos grasos Omega 6, que se encuentran en el aceite de oliva y los pescados azules, entre otros alimentos, también nos ayudarán a mantener nuestra piel hidratada.
Por último, hay que tener en cuenta que el consumo de alcohol y tabaco, una vida sedentaria y no dormir lo suficiente, contribuirán al deterioro de nuestro organismo y, por supuesto, al de nuestra piel.
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